El estallido social en Santiago de Chile, la represión policial y militar ininterrumpida y el plebiscito constitucional, desde la perspectiva de tres ciudadanos chilenos
Por Facundo Verdún.
Tras la victoria del Apruebo en el plebiscito por la Nueva Constitución, la agenda mediática que parecía haberse olvidado de las manifestaciones chilenas contra las medidas del gobierno de Sebastián Piñera, posó sus ojos nuevamente en su realidad política y social. Ese triunfo se explica en que los reclamos ciudadanos no perdieron fuerza por la pandemia y continuaron día a día en un combate a dos frentes que recién el 25 de octubre dio sus primeros frutos.
En diálogo con Portainfo, Gonzalo Sepúlveda (23), sociólogo recientemente licenciado, Francisca Muñoz (48), arquitecta y editora, ambos residentes de Santiago de Chile; junto a Daniel Koda (22), estudiante de Ingeniería en conservación de recursos naturales que vive en Valdivia, relataron los acontecimientos sociales en este período y en primera persona.
Estallido
El 18 de octubre de 2019 es, por consenso, la fecha del estallido social en Santiago, luego de que se implementara el alza en el costo del boleto del metro. Bajo la consigna “No son $30, son 30 años”, los estudiantes de educación secundaria marcaron el camino que luego recorrería una sociedad entera.
Sepúlveda, que reside en La Reina, una comuna del sector nororiente en Santiago de Chile, recuerda que el día del estallido “fue una locura”. “Me acuerdo perfecto. Fue hace un año atrás pero siento que fue hace un mes. Estaba en la universidad cuando empezamos a ver que las noticias anunciaban un alza del valor del boleto del transporte público y que todos los del secundario estaban haciendo manifestaciones masivas”, afirmó.
Aunque en las páginas de la Historia, se recordará esa fecha como estallido, “las manifestaciones empezaron uno o dos meses antes, cuando el alza del costo del boleto fue anunciada”. Aseguró que se podía sentir en el ambiente que “se venía algo”, en las redes sociales se llenaba de avisos: “calle cortada”, “estación del metro cerrada”, “estudiante detenido”, “manifestación en Plaza Italia”. Según Sepúlveda, en el ambiente se podía “masticar'' que algo estaba pasando y que desde ese día, todo fue bastante inédito, “por no decir ‘caótico’ que es el discurso de los medios tradicionales”.
Desde el 18 de octubre en la televisión se empieza a ver que sacan muchos policías a la calles y se rumorea la posibilidad de un toque de queda, “ahí dije: ‘Esto se viene fuerte y hay que salir a la calle a apoyar’”, aseguró.
Francisca Muñoz, por su trabajo como Directora Ejecutiva de la Asociación de Editores Independientes de Chile, en esa fecha se encontraba en Frankfurt, Alemania, en la feria del libro. Al regresar se encontró con Santiago muy similar a su adolescencia, en dictadura. “Ya no me acordaba del helicóptero sobrevolando permanentemente la ciudad, el toque de queda, el olor a las bombas lacrimógenas. Me había olvidado de esos detalles que eran tan característicos de los 80”, aseveró.
Aunque ella no vive cerca de Plaza Italia, aseguró que antiguamente marcaba un límite social y cultural, aunque ahora ese límite no corre y que: “Quienes nos sentimos comprometidos con la lucha le llamamos Plaza Dignidad”.
Para Daniel Koda, residente de Valdivia, una ciudad al sur de Santiago y capital de la provincia que lleva el mismo nombre, “ese 18 de octubre marcó un precedente”. “Fue un mar de sensaciones, sentí que no me iban a juzgar por hablar mal de este gobierno. Muchos lo etiquetaban ‘Chile despertó’. Creo que ayudó a que muchos se dieran cuenta de la cantidad de cosas que se estaban haciendo mal y dejaron de estar sumisos frente a un sistema tan malo”, resumió.
Koda participó en distintos espacios de organización estudiantil y en las manifestaciones en Valdivia, que “es una ciudad movida, las manifestaciones son recurrentes ya que acá el pueblo no se queda callado”. Recuerda que muchas veces en manifestaciones pacíficas la policía desataba la violencia y ellos tenían que correr mientras algunos los enfrentaban.
“Frente a quienes pedían justicia sacaron a los militares. Imagínate lo que fue para los abuelos que vivieron la dictadura, para los niños ver a militares armados sin motivos fuertes. Hubo violencia y destrozos pero en ocasiones ellos infiltraban a personas que incitaban a la violencia en nuestras filas”, denunció Koda.
Pacos
La represión policial escaló a la par de las manifestaciones, cuando no las superó. Eso causó que se realizaran procedimientos irregulares en democracia. “Muchos fallecieron, muchos más quedaron ciegos. El pueblo ha intentado estar unido y ha trabajado para no ceder frente a la violencia ejercida por parte del Estado”, sostuvo Koda.
Sepúlveda reconoció que la imagen del policía, “del paco, como le decimos acá, más desprestigiada no puede estar. Es una opinión popular, no son agentes del orden ya que no hacen nada más que oprimir. Es algo que venía desde antes pero con el estallido cambió para peor”.
Previo al estallido las manifestaciones eran aisladas, por ejemplo, “la última anterior a todo esto era contra el sistema de seguridad social. Ahí la represión era puntual y se intentaba esconder. Ahora es sistemática e innegable”, sentenció el flamante sociólogo.
Luego del estallido las manifestaciones se realizaban todos los días desde el amanecer hasta que caía la noche. Comenzaban con barricadas que bloqueaban el tránsito y “en minutos llegaba la policía y tiraba bombas lacrimógenas, agua con químicos que nos causaban daños en la piel y alergias”, relató Koda. La potencia del gas lacrimógeno causaba muchas complicaciones en aquellos con afecciones respiratorias. “Muchas veces personas que estaban por fuera de la manifestación resultaron agredidas y esto pasó en varias localidades de Chile”, afirmó el estudiante.
“Uno piensa que la policía está para proteger, pero ellos nos enfrentan. Me pasó muchas veces que estaba con un cartel y me decían que me vaya, tiraban gases y nos golpeaban. El desempeño de la policía de Chile ha sido aberrante, no tenían criterio a la hora de tirar gas lacrimógeno sin importar la presencia de mujeres embarazadas, adultos mayores o personas discapacitadas”, aseveró Koda.
Tampoco se mostraron abiertos al diálogo. “No sé quién les dará esas órdenes, pero para nosotros pasaron a ser una preocupación o un chiste ya que falsifican información para inculpar personas y justificar su accionar. Es mucha la impotencia, la gente les tiene rabia y miedo. Hay un sector de la población que los apoya y defiende pero son los que nunca se manifestaron”, reconoció Koda y Sepúlveda complementó: “Ya se tenía una mala percepción de su imagen, pero como el mundo ahora está muy unido en esta causa, hay un ambiente de repudio respecto a ellos. La figura del policía se desprestigia totalmente”.
“Fue muy fuerte cuando empezó la represión”, expresó Muñoz, y contó que los “pacos” disparan las bombas lacrimógenas con una suerte de metralleta y además cuando disparan balines, no lo hacen para disuadir a la gente sino que apuntan a los ojos. “Eso ha sido surrealista, la gente pierde una vista o ambas y los jóvenes no pueden entender por qué les están disparando, otros de mi generación o quienes vivieron la dictadura les responderán ‘es que así son’”, lamentó.
Existe un descontento general por la negligencia y omisión del Estado en la regulación del accionar policial, no se ha cambiado al director de carabineros y hay un relato negacionista. La editora explicó: “El cambio actual es nuestro, todos con nuestros celulares grabamos todo para tener evidencia y combatir ese relato oficial que intenta poner excusas o maquillar el accionar represivo de los tipos que están como enajenados. Hace poco pasó con un joven de 16 años que se salvó de milagro luego de que lo tiraran de un puente”.
La calle
Los militares no demoraron en imponer sus reglas a lo largo y ancho de todo el territorio en que se manifestaban. “Lo que me alejó de mi tranquilidad fue la noticia de que iban a sacar militares a la calle. Ya habían pasado semanas de represión a estudiantes de educación secundaria, en las entradas del metro, los golpeaban y se llevaban detenidos a algunos por romper los molinetes del metro”, aseguró Sepúlveda.
Para él, el presidente sacó a los militares a la calle injustificadamente, ya que “son agentes de guerra y no saben manejar masas, solamente generaron miedo y odio en la gente. Y esto sacó a más gente a la calle”. Días después del inicio del estallido se dio un hecho histórico: una manifestación de un millón doscientas mil personas.
“Salieron las fuerzas armadas a la calle y se dieron muchas cosas similares a 1973. Había una situación de temor, de los mayores a 50 años y una juventud sin miedo que inició las manifestaciones”, explicó Muñoz.
La arquitecta dijo que aunque hay cosas que no les tocó vivir, al ser hijos de padres que lo vivieron lo sienten igual. “Ese temor a los coraceros, que es inconsciente, lo siento cuando paso por un control en la ruta, aunque muestro mis documentos y no hay problema, me invade un temor que tiene un origen claro. Esos jóvenes que comenzaron a manifestarse no tienen ese temor, ya se perdió”, valoró.
Sepúlveda le preguntó a sus padres, que participaron en las manifestaciones en la dictadura del 80, si habían visto alguna vez un período ininterrumpido de manifestaciones tan largo y con esa cantidad de gente. A lo que ellos respondieron que sí pero que hace tiempo no veían tanta magnitud.
Comunidad
Las manifestaciones en Plaza Dignidad congregaron todas las consignas por las que se habían reclamado los años anteriores. En las marchas veías banderas de mapuches, de 'no más AFP” (Administradoras de fondos de pensiones de Chile), de salud, de educación y mucho más. Ese 18 estalló un ambiente de desaprobación, decepción, injusticia, desigualdad y, como la demanda es tan general, cualquier persona que se sumaba se identificaba con la lucha.
Sepúlveda recordó que el domingo estaba ahí y, aunque participó de muchas manifestaciones, en esta había una sensación de que “ya no daba para más”. Gente de todos lados caminando hacia la plaza, en bicicleta o en el repleto transporte público. La sensación que prevalece es el compañerismo: “Porque ahí te sentías acompañado, parte de algo y responsable por quien estaba al lado tuyo luchando”, sostuvo.
“Compartíamos todos el reclamo”, agregó Koda. Colo Colo y Universidad de Chile son los dos equipos emblema del país y sus barras iban juntas a la plaza, seguidos de adultos con niños y bebés, obreros, maestros y científicos. Había una unión que era necesaria para clamar por justicia con fuerza.
Fue vital que los manifestantes se organizaran, casi que espontáneamente, para hacer frente a los instrumentos de represión. Se empezaron a dar roles: en primera línea, se recibían agresiones de los pacos y se enfrentaban, otros llevaban rociadores con agua y bicarbonato para mitigar los efectos del gas lacrimógeno, que mezclado con gas pimienta, causaba ahogo y dificultades en la vista. Esas personas ayudaban a recuperarla e intentaban disminuir los efectos causados a los más afectados. Otros formaron brigadas de rescate voluntarias que ayudaban a los heridos y usaban escudos para protegerse de los balines que tiraban los pacos.
Ese compañerismo y sentimiento de grupo hizo posible todo, se recuperó el sentimiento de sociedad, “veía las ansias de recuperar esa voluntad social que fue pisoteada en los últimos años en los que tendimos a lo individual ya que todos los derechos fundamentales están individualizados. Si no tienes plata no puedes acceder a la salud, a la educación, la seguridad social tiene un sistema que es terrible”, reclamó Sepúlveda.
Plebiscito
A un año del estallido muy pocas cosas habían cambiado: sigue el toque de queda, las desigualdades y la represión. “La gente del gobierno sigue impune”, rezan los carteles.
Frente a las manifestaciones, se firmó el Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución y se dispuso un plebiscito para consultar al pueblo si estaba de acuerdo y en caso de que lo esté, definir si la convención sería mixta (mitad elegidos por el pueblo y el resto miembros del actual consejo) o constitucional (totalidad de miembros elegidos popularmente). Pese a que tenía fecha para el 26 de abril, se pospuso por la pandemia y se llevó a cabo el 25 de octubre. En él, poco menos del 79% de los votantes votaron el Apruebo, para cambiar la Constitución elaborada en 1980, por Augusto Pinochet y que la nueva Constitución será realizada por una convención constitucional - formada por 155 constituyentes electos por el pueblo- en abril de 2021 en elecciones obligatorias.
“Fue muy emocionante que el Apruebo ganara por un margen tan amplio, especialmente para mí que fui vocal de mesa y trabajé toda la jornada. Al regresar a casa vi los festejos cerca de casa en una plaza, un poco extraño en tiempos de pandemia pero con las medidas sanitarias correspondientes y fue muy bonito”, recordó Muñoz y agregó: “Motiva que casi el 80% del país piense igual que yo, sobre todo porque tras la elección de presidente había una clara división. Pensar que ahora hay una amplia mayoría quiere cambios da ganas de seguir trabajando”.
El día del plebiscito, Koda se levantó muy ansioso y le nació llorar, como un llanto de justicia. “Que se consiguiera algo así es algo tremendo para quienes quedaron en el camino, los que lucharon y para todos los ciudadanos y ciudadanas de Chile”, afirmó. Recordó que fue alrededor de las diez de la mañana a votar y había gente, pero al salir las filas rodeaban la calle ya que en su ciudad hubo una participación sorprendente. “Este 25 de octubre fue emocionante, se sentía en el aire que la gente iba a decir ‘Tiremos al fuego la constitución y la dictadura de Pinochet y escribamos algo nosotros’”, manifestó el estudiante.
“El día que ganó el Apruebo fui a Plaza Dignidad y era como si hubiese salido campeón Chile de la Copa América”, recordó Sepúlveda. Gente caminando cuadras y cuadras hacia la plaza, todo el mundo tocando la bocina, abrazos, madres con hijos chicos en las esquinas celebrando con una bandera. Todo pintaba la escena de una población que necesitaba una victoria y acabar con la constitución de un dictador era una grande. “Una de las fotografías que se hizo viral era una constitución quemándose y esa imagen tiene una fuerza que nos llega a todos los que participaron de estas manifestaciones”, resumió.
“En el camino fui escuchando a Víctor Jara, como rindiéndole un tributo justiciero, emocionado hasta las lágrimas”, rememoró y agregó: “Es bacán poder ser parte del estallido de ese Chile que trata de ser ocultado, la pobreza, las desigualdades”.
Destacó que fue un acto histórico porque “tuvo la participación más alta desde que volvimos a la democracia y en cualquier parte del mundo una votación 80-20 es aplastante. Además quedó demostrado qué es Chile, y que hay una minoría que involucra a tres comunas de Santiago y dos de otros lugares, que viven en otro país distinto, y no quieren cambios porque están en una situación privilegiada”, reconoció y apuntó: “Quedó plasmado en un mapa electoral, que esas tres que votaron Rechazo son las que tienen las mejores condiciones de vida, pero son la minoría”.
Para Koda esta victoria tiene otro sentido si se analizan sus incidencias a futuro, por ejemplo, muchos sectores se han unido y el hecho de hacer conciencia en ellos va a generar un aumento de la participación política y social chilena. “Para la próxima elección las cosas serán diferentes, queremos políticos que nos representen y no caer en el mismo error de ‘votar al menos malo’, la gente está despertando”, aseveró.
Futuro
“Me cuesta imaginar cómo será la situación luego de las elecciones de los constituyentes y de alcaldes del 11 de abril”, sopesó Muñoz y aventuró: “Pienso que durante el proceso de redacción de la nueva Constitución se realizarán cabildos y consultas populares mediante las herramientas digitales que conocimos en la pandemia, porque las aristas a abarcar son múltiples en poco tiempo”.
Reconoció también que es muy emocionante el cambio aunque no saben lo que es vivir con otra Constitución aunque conozcan la diferencia porque la ven en otros países. “Estamos acostumbrados a un montón de vicios que tiene la constitución actual como por ejemplo que el agua sea de unos pocos dueños y que sea costumbre pagarla. Es mucha la ilusión y hay cosas que nos cuesta imaginar cómo serán”, admitió la editora.
“No creo que la nueva constitución vaya a ser algo demasiado relevante para cambiar la realidad que vivimos día a día. Espero que los constituyentes no sean los políticos de siempre, que además viven en esas comunas que votaron Rechazo”, vinculó Sepúlveda y aportó: “Para que se logren cambios verdaderos no alcanza con la constitución, hay que seguir manifestándose. Este es nuestro punto de partida”.
“Hay muchas cosas que van a cambiar con la constitución pero muchas otras no”, anticipó Koda y comentó: “Espero que muchos más estén informados, que debatan, que se pasen esa información por las redes sociales. Nosotros vamos a seguir brindando espacios de discusión para entender quién nos va a representar”. Para el estudiante, la Constitución “es una solución parche en algunos sentidos y es un buen primer paso pero no es todo. Esperemos que los candidatos sean verdaderamente representativos”.
“La lucha ahora que se está dando ahora es para publicitar a los que quieren ser constituyentes, ya que mucha gente se está postulando aunque no tenga nada que ver con el estallido, sobre todo la gente que militó el Rechazo y ahora quiere que la voten para escribir la nueva constitución”, reclamó el sociólogo Sepúlveda.
“El primer gran logro o hito, es que estamos tirando a la basura una constitución ilegítima y militar que piensa en el beneficio de un sector acomodado de la sociedad. No podemos seguir con la privatización del agua, las empresas tienen muchas facilidades para explotar los recursos naturales y un montón de cosas más como el sistema de previsión social. Esperemos que la nueva constitución refleje más los reclamos y las necesidades del pueblo y que quienes la escriban sean representativos de nosotros también”, sentenció Koda.
Esta historia comenzó hace mucho, pero los propios protagonistas sienten que no hace más que empezar. Y con razón, ya que en abril se votará a los representantes de la Convención Constitucional que en nueve meses - puede ampliarse tres meses más en una sola oportunidad- deberán presentar un nuevo texto constitucional y a mediados de 2022, Chile decidirá en un nuevo plebiscito si aprueba o rechaza la nueva Constitución.
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