“La basura es una bomba que cada uno tira en el contenedor, se desentiende y piensa ‘acá se me acabaron los problemas’, cuando en realidad ahí nacen”, resumió José Carlos Ramírez. Más de 20 años atrás identificó esta problemática y junto a cuatro compañeros fundó la cooperativa Uruguay Recicla.
Por Facundo Verdún.
José Carlos Ramírez trabajaba en la cantina del Liceo N°1 de Melo en donde tenían los problemas que tienen muchas localidades del interior: “no sabíamos cuándo y a qué hora pasaba el camión, a dónde iban a parar los residuos y qué pasaba con ellos”, recordó.
Con el objetivo de encontrarle un destino a los residuos producidos por la cantina, invirtió ocho años en estudiar qué hacer con la basura y llegó a varias conclusiones: “todos los residuos terminan en vertederos a cielo abierto, la basura no es un problema sino una solución y existen muchos intereses creados. Podríamos pagar la deuda externa con lo que se puede producir con los residuos”. Junto a cuatro compañeros fundó Uruguay Recicla, una cooperativa que impacta a distintos niveles en la cadena de gestión de residuos.
De tu casa al mundo
Para su investigación siguió a un camión de basura ya que no cree que los residuos tengan el destino anunciado. “En un pequeño pueblo a veces hace 10 km de recorrido y termina en un terreno alquilado y que, sin regulaciones, oficia de vertedero a cielo abierto. No son propiedad de la Intendencia y no tienen control ninguno”, aseguró Ramírez. En otros casos, como en San José, el predio pertenece a la Intendencia pero en ellos se generan vertederos a cielo abierto de todas maneras. “El resultado es el mismo: contaminación de tierra, agua y aire”, sentenció.
Según el fundador de la cooperativa, en los vertederos o basureros municipales es común que inicien incendios intencionalmente para disminuir el volumen de desechos y eso es mucho peor. "Es tanta la basura y tan poca la infraestructura en los municipios que los encienden todo el fin de semana y el lunes encuentran todo ‘mucho mejor’. Aunque el plástico no se vea, se derrite y se hunde en la tierra y eso es contraproducente", explicó.
El método
Uruguay Recicla no cumple las funciones de una planta de reciclaje únicamente, sino que es “una cooperativa y cada uno de nosotros nos consideramos educadores ambientales”, aclaró Ramírez. Su accionar involucra el reciclaje puerta a puerta con los clientes, charlas de formación sobre reciclaje en empresas que los contraten y visitas a escuelas y jardines para generar conciencia a las futuras generaciones.
“La gente no entiende que no estamos para apagar un incendio, no vamos a ir a los vertederos o a los basurales. Nosotros tenemos que prevenir el incendio: ir a tu casa. Si voy al basural a buscar basura no hago nada distinto que la Intendencia. Es muy difícil de entender”, reconoció.
El cambio cultural tampoco es tan difícil, “a la semana la gente se acostumbra, el tema es conseguir apoyo”, aseguró. El trabajo con las empresas implica generar manuales para que los empleados puedan aprender sobre reciclaje lo que no aprendieron en la escuela.
Para que el proyecto funcione bien deben estar instalados en un lugar y conocer a la comunidad para generar sinergias. Para Ramírez: “Cuidar el medio ambiente no es algo opcional, es de todos los días y 24 horas”. La cooperativa funciona muy bien en los pueblos del interior donde no habitan más de 5.000 habitantes. Esa cifra implica que el servicio de recolección de residuos prestado por parte de la Intendencia no tenga regularidad “o se tire la basura a la vuelta de donde viven”.
En esas localidades “funciona el proyecto porque la basura no viaja, da trabajo a la gente y cuidas al medio ambiente de verdad. La gente lo ve y lo agradece porque falta trabajo y un destino para la basura que no contamine”.
El reciclado puerta a puerta cumple la misma dinámica que el viejo sistema del panadero o el lechero según Ramírez: “todos los días a la misma hora y con una presencia comunitaria cercana. Que nos agradezcamos por participar, por hacer y no por decir. Cuando nosotros tenemos un cliente no nos deja nunca, está conforme con el servicio”.
En la planta tienen un presupuesto de $794 de luz por mes ya que la prensa que utilizan para generar fardos de botellas es manual, “no queremos que nuestro emprendimiento consuma más energía e implique más contaminación”, recalcó.
Para poder “cerrar el círculo” de la economía circular en la que basan su sistema, intentan que los productos del reciclaje que realizan tengan un destino social. A modo de ejemplo, identificaron que las canchas de baby fútbol en el interior tienen un problema en común: la falta de tribunas o sitios donde los espectadores puedan observar sentados los partidos. “Generamos gradas que se llevan casi preparadas y se terminan de construir en el lugar. 3m3 de material inorgánico se necesitan para hacer un bloque de la grada, entonces le encontramos función a un montón de residuos y solucionamos un problema”, explicó y destacó: “Con poca planificación logramos eso”.
Ahora se encuentran en proceso de desarrollo de una aplicación para notificar a los vecinos que están en camino a recoger los residuos y seguramente ayude a cuantificarlos. Además de las casas particulares y cooperativas de viviendas cuentan con 70 empresas “que entendieron que pagar para reciclar no es lo mismo que pagar para enterrar. Lo común es que las empresas paguen para enterrar sus desechos”.
Todo no se puede
Respecto a la Industria de la basura Ramírez aseguró: “Está manejada por algunas familias en el país y las autoridades miran para el costado. Además está centralizada en Montevideo y Canelones”. Cuando fue a Montevideo esperaba encontrar el respaldo de instituciones y que lo tomaran con seriedad, aunque se llevó una sorpresa: “Me di cuenta que tenía que haberme quedado en el interior, sembrar la semilla y cuando bajara a Montevideo le daba con todo”, confesó.
Hoy en día “falta regulación y presencia del Estado”, apuntó. “Cuando hablo de Estado no me refiero al gobierno de turno, así como las intendencias, todos tienen recursos pero deben saber invertirlos bien”, comentó. Sobre las regulaciones que involucran a la gestión de residuos, argumentó que muchas veces se hacen grandes anuncios y luego no se les hace un seguimiento. A modo de ejemplo explicó que con la Ley Integral de Residuos (N°19829), se estipuló que “si vos contaminás, pagás”, pero reconoció que “todo el mundo tiene precio y eso hace que no se aplique completamente”.
Aseguró que el costo de su trabajo lo están cargando las empresas mientras que con apoyo del Estado esto no sucedería. “Todo tiene costo: recoger la basura, procesarla”, enumeró.
Actualmente están esperando la certificación de aptitud técnica del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (MVOT) de un proyecto para construir casas accesibles y sustentables con bloques compuestos de dos botellas de vidrio, para que se terminen las casas de cartón. “Pasamos las pruebas de la Universidad pero si no conseguimos la tarjeta blanca del MVOT no vamos a poder construir ninguna casa. Si se nos cae esto, que hay mucha presión de muchas partes para que suceda, luego la cámara de la Construcción lo hace público y nos embarran la cancha”, reclamó y aseguró que la pueden tildar de “vivienda hecha de basura”.
En caso de aprobarse, las cosas cambiarían para la cooperativa y la comunidad porque podrían construir casas y eso significaría otro ingreso económico. Les falta encontrar más lugares donde situar el productos, el último paso para cerrar el círculo de la economía circular es encontrarle un sitio a los residuos donde sean funcionales a la sociedad.
“Yo tengo 65 años y mi vida pasó por muchos lados. Creo que cuando cumplimos 50 años tenemos que pensar en qué les vamos a dejar a nuestros nietos, porque la Tierra nos la prestaron ellos y no nos podemos ir dejándola en peores condiciones”, afirmó Ramírez.
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