La uruguaya radicada en Estados Unidos que superó las barreras de género al ser la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Economía otorgado por la Universidad de la República
Por Facundo Gianero
“Si sale, sale y si no, no importa”, pensó Rosina cuando presentó su trabajo de investigación con el que se postuló en la décima edición del Premio Nacional de Economía “Profesor Raúl Trajtenberg”.
La decisión de postularse para el premio que cada dos años entrega el Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República no fue disparatada. Juan Andrés Morelli, un amigo y compañero de la maestría en Economía que Rosina cursó en Buenos Aires, la alentó a participar; y también hizo lo suyo Juan Dubra, su mentor en la Universidad de Montevideo donde cursó la Licenciatura en Economía, quien le pidió que se presentara para “mantener el nivel”.
Para su sorpresa, Rosina ganó. “Se suponía que iban a dar el resultado a fines de febrero y como no me mandaron nada, asumí que lo había ganado otra persona y que ni me habían avisado. Una semana después me llegó el mail y yo dije: ‘no, esto es muy loco’'', recordó.
Convertirse en la primera mujer en recibir la distinción “hizo que mucha gente prestara atención a este premio en comparación con los ganadores de ediciones anteriores. La gente lo conoce en el entorno de la Economía pero no a nivel general”, reconoció.
La discriminación por género en el ambiente de la Economía existe y Rosina espera que con este resultado la situación cambie y más mujeres se animen a ingresar al rubro. “Muchas mujeres eligen no hacerlo porque hay estereotipos que la gente termina creyendo, que es que las mujeres no son buenas en matemática y no tienen nada que hacer en este tipo de especialidades”, aseguró. “En lo que yo hago puede haber como mucho una mujer cada diez hombres”, agregó.
Rosina padeció ser mujer en un ambiente sumamente masculinizado. “Mucha gente no te toma en serio por ser mujer. Te genera una cosa que es como que estás acá pero sentís que no perteneces”, explicó. “Las mujeres que hacen economía tienen mucha menos confianza en su trabajo que los hombres, y sólo por el hecho de que la mayoría de los espectadores son hombres, te cuestionan mucho más a vos por el solo hecho de ser mujer, y ser joven”, aseguró. “Eso que vos sabés que te van a juzgar de otra manera te genera nervios a la hora de decidir la investigación”, concluyó.
Por otro lado, Rosina también reconoció que “hay mucho esfuerzo por los departamentos en incentivar que más mujeres hagan doctorados y licenciaturas en Economía” y agradeció haber contado con el apoyo de sus supervisores: Anne-Katrin Roesler y David Miller, quienes la apoyaron en todo momento.
Rosina no sabe con certeza quiénes fueron los otros competidores que se postularon, pero sí conoce a los que recibieron menciones especiales por sus trabajos. “Hay un grupo pequeño de economistas uruguayos que sabés que están estudiando y que están por terminar, siempre conocés que hay como un grupo, pero no sé bien quién mandó o no”, aseguró.
El límite de edad para postularse al premio es de 35 años, pero Rosina cree que este límite se impuso en las últimas ediciones. “Me da la impresión de por quienes lo ganaron anteriormente que no existía ese límite de edad y había un tema de que eran los economistas más famosos y que correspondía dárselo a ellos”, comentó.
Rosina recibió el premio a principios de marzo y a través de una ceremonia virtual. Además del reconocimiento por su investigación, recibió un certificado y tres mil dólares. “Para mí no es un tema de plata, me viene bien, obvio. Pero más que nada es el reconocimiento. Uruguay es un mercado muy chico, hay muy poca gente que se dedica a hacer investigación económica, no hay muchas oportunidades. El premio te da otra posición, más cuándo sos junior y recién empezás”, contó.
El trabajo de investigación
Rosina presentó su trabajo: “Optimal Disclosure of Private Information to Competitors” bajo el seudónimo Noel Olivera, compuesto por su segundo nombre y su segundo apellido. “Si me quieren buscar pueden googlear el título del paper, pero la idea es que haya cierto anonimato y que miren el trabajo por lo que es y no por quién lo escribió”, explicó.
La idea surgió un año atrás mientras Rosina leía noticias sobre la economía de la información, tema que es de su interés y trata sobre “cómo afecta la información” que tienen determinadas empresas y “cómo se interactúa en el mercado” a partir de ella.
Rosina centró su investigación en la compañía estadounidense Amazon dado que cumple el rol de ser un mercado online en donde se hacen las transacciones, y también cumple el rol de ser vendedor en su propio espacio. “El hecho de que ellos tengan esta plataforma, hace que muy fácilmente almacenen y analicen toda la información que es producida por las transacciones, y que básicamente está habilitada sólo para ellos, dado que esta información no es pública. Otras empresas que también ofrecen productos en Amazon no tienen acceso a esa información”, explicó.
Uno de los puntapié iniciales de la investigación se basó en una de las preocupaciones que tiene la senadora estadounidense Elizabeth Warren sobre “cómo está usando Amazon esa información”, y si esa información “está generando ventaja competitiva”.
“Nosotros dos estamos compitiendo, ofrecemos productos que son similares y sustitutos, es decir, un consumidor compra uno u otro pero no ambos. Yo estoy informada sobre el nivel de demanda y vos no tenés ninguna información privada al respecto, o sea, yo sé más que vos”, ejemplificó.
A partir de este ejemplo, Rosina aclaró que cuando hay empresas que ofrecen productos sustitutos, se benefician cuando los precios están correlacionados: “si nosotros ponemos los precios muy parecidos, los consumidores no tienen cómo escaparse”, explicó. Y eso genera que en un corto plazo, para esa empresa va a ser útil compartir la información que tiene sobre los consumidores. “Amazon hace esto cuando le recomienda precios a los otros vendedores de la plataforma, que es, básicamente, lo mismo a dar información”.
El igual manejo de información entre las empresas que ofrecen sus productos en el mercado “es lo peor que le puede pasar a los consumidores”, aseguró Rosina. “El efecto principal de compartir información entre empresas hace que se fijen los precios que se ajustan mejor al nivel de la demanda para extraer excedente del consumidor”, agregó.
Lo que Rosina demuestra en su investigación es que cuando la empresa informada divulga su información en forma parcial, los consumidores se pueden beneficiar porque eso termina generando incertidumbre entre las empresas. Para que ocurra esto es necesario que exista un regulador que intervenga en la comunicación entre ambas. “Yo no sé qué fue lo que el regulador te dijo y vos tampoco sabés lo que yo sé. Esta incertidumbre crea una mayor volatilidad de precios y genera situaciones en las que vos ponés un precio bajo y yo pongo un precio alto y ahí los consumidores tendrán el beneficio de poder comprar ‘el más barato’”, explicó.
“En mi trabajo empecé a pensar cuál es el rol en un mercado en el que hay empresas con esta asimetría de información tan importante. ¿Cuál vendría a ser la forma más óptima de diseminar información desde el punto de vista de empresas como Amazon y desde el punto de vista de los reguladores que están preocupados en los efectos y bienestar de los consumidores?”, comentó.
En resumen, la manera que tiene una empresa de compartir la información que tiene sobre sus consumidores, con otra empresa competidora, va a afectar la fijación de los precios e indirectamente va a repercutir en la decisión que tomará el consumidor frente al producto sustituto puesto en venta.
“En estos mercados, la ganancia de las empresas va a ser creciente de acuerdo al nivel de divulgación de la información. Divulgar algo de información es mejor para las empresas a que no se divulgue nada. Con la divulgación parcial no sólo el consumidor está mejor sino también las empresas están mejor. Por supuesto que podrían estar mejor en un mercado en el que no existiera regulación, pero eso sería a un costo muy grande en cuanto al bienestar de los consumidores”, resumió.
La elección de Rosina por Amazon tiene su fundamento. El tipo de mercado que propone esta compañía sirve para entender el hilo de la investigación dado que la divulgación de la información es posible y no se estaría violando ninguna legislación sobre la protección de datos personales. “Amazon gana plata por la venta de sus productos, pero también gana plata por los otros vendedores que están en la plataforma. El hecho de que los otros vendedores sean también sus clientes, la habilita a que pueda compartir información con ellos. En otro contexto, si existen dos empresas que están compitiendo y quieren compartir información, se consideraría actitud anticompetitiva”, explicó.
La columna vertebral de la investigación es pensar si existe un rol para regular estos nuevos mercados y si hay una forma óptima de hacerlo. Al respecto, Rosina aclaró que en Estados Unidos aún no existe una institución con este rol y que en Europa hay una Oficina de Protección al Consumidor encargada del asunto, pero aún a nivel mundial, se está “pensando qué hacer con estos nuevos mercados”.
Carrera y proyectos
En el año 2011, Rosina egresó de la Licenciatura en Economía que cursó en la Facultad de Ciencias Empresariales y Economía (FCEE) de la Universidad de Montevideo, y ya en el año 2012 se mudó a Buenos Aires para cursar la Maestría en Economía de la Universidad Torcuato Di Tella. Ya como magister, en agosto de 2014, aplicó para un Doctorado en Economía en Michigan, Estados Unidos, donde reside actualmente.
Las Universidades que ofrecen doctorados le garantizan a los estudiantes los fondos mediante la prestación de servicios en la Universidad, por ejemplo como asistentes de investigación de algún docente o dictando clases, o mediante la obtención de fellowships (becas). En el caso de Rosina, obtuvo una beca por varios años. “Lo que hace es que me paguen un sueldo para que trabaje en mis propios proyectos de investigación”, explicó.
El trabajo de investigación con el que Rosina ganó el premio forma parte de la tesis que está preparando para finalizar su doctorado. “La tesis se corresponde de tres proyectos, este proyecto es mi capítulo uno”, contó.
En el penúltimo año del doctorado, el estudiante debe hacer la defensa de la propuesta de la tesis y un comité decide si está en condiciones o no de ingresar al mercado laboral, en el que se debe cumplir, por lo menos, un año. “Una vez que terminás el mercado hacés la defensa formal de la tesis, pero esta es una formalidad, lo que importa es que te hayan dejado ir a buscar trabajo. Me falta un mes para hacer la defensa”, contó.
Durante la pandemia, Rosina ya estaba haciendo uso de su beca por lo que tenía certezas en cuanto al cursado. La incertidumbre se generó en el ámbito laboral. “Lo que hizo la pandemia fue cortarles un montón de plata a todas las universidades, que es básicamente la gente que me iba a contratar”, explicó. “En Estados Unidos tenés 100 universidades que contratan y este año había menos de 20. Por cada Universidad tenés 20 candidatos. Estábamos todos muy asustados con lo que iba a pasar”, recordó.
La postulación a los diferentes trabajos que se fueron presentando tampoco fue fácil dado que por las medidas sanitarias las entrevistas eran virtuales y por la diferencia horaria podían ser tanto a las cinco de la mañana como a la medianoche. El desconocimiento que todos tenían sobre el coronavirus llevó a que nadie supiera con certeza dónde iba a poder trabajar. “Los supervisores te decían: ‘te veo en determinada Universidad, pero este año ni idea’”, contó.
Finalmente, Rosina lo consiguió. Próximamente se mudará con su pareja -también economista- a Alemania para trabajar en la Universidad de Bonn: “La entrevista fue en diciembre y la oferta me la dieron en febrero. La idea es quedarme ahí tres años y de ahí movernos ocasionalmente a otro país, no sabemos”.
A Rosina le preocupa más el ambiente laboral que el país donde ejerce su profesión. “Yo quiero ir a un lugar en el que haya un grupo activo y buena onda. En el que trabajen cosas que a mí me interesan y que podamos generar algo en ese tipo de colaboración. Si es acá, en la China o en el Congo, no me importa”, aseguró.
Rosina aplicó para un postdoc (postdoctorado) en Alemania, porque los profesores en Estados Unidos tienen seis años para ser productivos. “Después de eso te aseguran si te dan trabajo de por vida o si te echan. Lo que hace mucha gente para extender estos años es agarrar un postdoc antes ya que te dan más años para tener más proyectos”, contó.
“Cuando me dieron esta oportunidad era demasiado buena como para dejarla pasar. La Universidad de Bonn, para lo que yo hago que es microeconomía teórica, es súper buena. Capaz que demasiado buena (ríe). Cuando tuve la entrevista pensé que no tenía chances. No sólo estaba compitiendo con economistas sino también con matemáticos, y Bonn en matemática es muchísimo mejor que en economía; es la mejor Universidad del mundo en Matemática”, explicó.
Rosina no sabe alemán, pero está dispuesta a aprenderlo. De todas maneras, lo que necesita saber es inglés, idioma que maneja a la perfección y le permitió llegar hasta donde llegó. Hace siete años se fue de Uruguay y, por el momento, no tiene fecha de regreso.
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