Pensamiento Colectivo trabaja con adolescentes, familias, docentes y organizaciones sobre las dimensiones del ciudadano digital y el uso responsable de redes sociales
Por Facundo Verdún
Portainfo se comunicó con Luciana Almirón y Cecilia López, comunicadoras y fundadoras de la organización de la sociedad civil Pensamiento Colectivo que trabaja para aportar en la construcción de ciudadanía digital en pos de mejorar una convivencia virtual magnificada por la pandemia.
Inicios
La organización dio sus primeros pasos a fines de 2015 con la campaña #YoRespeto, previo a otro verano en el que se viralizaron videos con contenido íntimo, que en la mayoría de los casos eran grabados y vilarizados sin consentimiento de quienes participaban en ellos. Luego de una gran respuesta de los medios en general y de que el tema fuera instalado en la agenda con otra perspectiva, vieron de lo que eran capaces y de la necesidad que toda la población tenía de acceder a información y herramientas para evitar ocasionar daño con la difusión de contenido íntimo y de muchos otros temas.
“Ahí surgió lo de los talleres. Nos dimos cuenta que había que dar otro paso, vinculado a la educación. Empezamos con una suerte de buenas prácticas en internet y en las redes sociales”, recordó Almirón.
El grupo está conformado casi en su totalidad por mujeres, la mayoría son comunicadoras (licenciadas y técnicas), una socióloga y una psicomotricista. La mezcla de sus profesiones “genera un enfoque interesante del tema. Cuanto más disciplinas puedan abordar la temática, mejor”, afirmó López.
La experiencia de estos años realizando talleres les permite reconocer que a distinto nivel económico se puede percibir la brecha digital que se corresponde con las desigualdades que existen en el mundo offline, ya que en los casos de individuos con menos recursos existe un menor conocimiento sobre las implicancias del uso de internet, los datos y pocas habilidades digitales. “Hay informes sobre esto y nosotras nos basamos en ellos para hacer nuestros talleres también”, acordaron. Además han realizado talleres en el interior y las inquietudes que aparecen son las mismas que en Montevideo.
Método
Generalmente realizan dos encuentros con los adolescentes y uno con sus familias. “Es una forma de estar en la misma página, acortar distancias”, aseguraron, ya que es más fácil si todos cuentan con la misma información sobre las redes sociales y ayudan a los padres a que puedan acompañar a sus hijos e hijas. “El hecho de tener talleres con ambos, junto con alguna tarea que les enviamos a los adolescentes entre un taller y otro, los obliga a dialogar sobre el tema en casa y eso es beneficioso”, admitieron. Además del taller se envía un manual con información que se llevan a sus casas los participantes, para profundizar en casa.
En algunas instituciones trabajan hace varios años pero en general cuando las contactan les plantean los niveles en los que trabajan: con familias, docentes y adolescentes.
“Antes nos reunimos con las autoridades de la institución y vemos qué necesidades específicas hay, qué temas tratar en profundidad y otros aspectos”, explicaron. “Para nosotras es distinto tratar el acoso (cyberbulling) o la dependencia del uso de los dispositivos móviles, por eso es importante codiseñar el taller junto a la institución”, ejemplificaron.
A partir de estas experiencias surgió la posibilidad de trabajar con organizaciones privadas y entes públicos. De esta manera han alcanzado un público que antes no podían, ya que en esas instituciones el taller no se vincula a su vínculo parental sino más a un ser digital, como cualquier ciudadano, independientemente de tener hijos.
Adolescentes
Lo interesante de los talleres es que no usan el dispositivo móvil en el taller y como el interés ya está en ellos ni lo cuestionan. “Se escuchan mucho los chiquilines, es un espacio reflexivo”, reconoció López y narró: “Las caritas te dicen todo, vos empezás a hablar de la exposición y de la huella digital. Que vos no conocés a todos los que te dan like y las caritas se van transformando, miradas que se cruzan hasta que alguno se anima y dice ‘fulanito tiene la cuenta abierta y acepta a todo el mundo’, y se genera el debate inicial”.
“A medida que fuimos haciendo talleres con los adolescentes vimos que la vulnerabilidad se extiende muchas veces a las prácticas del adulto que deja al adolescente ‘seguro’ con la tecnología en casa”, reconoció Almirón. Explicó que en realidad requiere una guía y un acompañamiento que es difícil porque hay que darle herramientas y trabajar desde el diálogo.
López complementó: “No podés pedirle que te dé sus contraseñas de las redes sociales porque eso no es un acompañamiento, es invadir su intimidad y su espacio, por más de que después se las comparta a sus mejores amigos. ¿Qué mensaje doy yo como adulto si le pido sus contraseñas y después le digo ‘no pero mirá que no se comparten’?”.
Las fundadoras notan que entre los adolescentes hay un corrimiento del concepto de privacidad que es necesario problematizarlo también. “El riesgo es ‘hasta dónde muestro’. Todo lo que subo a internet, una vez que lo subo pierdo el control sobre él. Hay que tener eso en la cabeza a la hora de crear contenido, porque cualquiera puede usar eso para otras cosas y después no depende de uno”, sostuvo López.
Adultos
Las fundadoras de la organización coincidieron en que los adultos tienen muchos prejuicios, no siempre se hacen cargo de sus propias prácticas y del uso de las tecnologías frente a sus hijos, “en eso los adolescentes les ganan”, admitieron. Ellos pueden reconocer sus dificultades y las de sus padres y, aunque se presuponga lo contrario, “tienen mucho más autocrítica y apertura para trabajar sus costumbres y prácticas respecto a la tecnología”, según las comunicadoras.
Es común que las familias necesiten una receta para resolver determinadas situaciones. En sus talleres el foco está en el adolescente, “no suelta nunca el celular, está todo el día”, les comentan, “pero cuando a los adolescentes les preguntamos si le tuvieran que decir algo a sus padres sobre el uso que ellos realizan de la tecnología y ahí surgieron cosas verdaderamente interesantes”, afirmaron.
Otras veces las dificultades de los adultos se vinculan al desconocimiento de internet ya que muchos no tienen idea de la huella digital que deja su uso de internet y de las redes. y aún así tienen que trabajar por internet o con algunas aplicaciones. “En los talleres estamos dando un montón de información, nuestra idea es que no se sientan culpables de sus malas prácticas si las hubo, pero entender que se pueden cambiar”, explicaron. “Eso es lo que más les cuesta a los adultos, están como superados con el tema, sienten que su hijo o hija ya es ‘adicto a las redes’ y no pueden hacer más nada. Y nuestro objetivo es demostrar que hay otra vuelta, que implica un compromiso personal, familiar y vincular pero se puede”, valoró López.
Docentes y organizaciones
“La experiencia con los docentes es muy buena, ellos están desde un lugar constructivo. Las cosas que trabajamos, son desde el docente como ciudadano y desde el rol resignificado, porque les han dicho ‘si toda la información está en internet, entonces, ¿para qué quiero al docente?’”, contó López.
Desde tomar las herramientas que los adolescentes usan y llevarlos a su disciplina hasta despegarlos de la tecnología y mostrarles alternativas. “Siempre entendiendo que su rol ya está sobrecargado por muchas tareas y que quien no integre la tecnología a sus clases no va a ser un mal docente”, destacó Almirón.
“Cuando trabajamos con las organizaciones vamos desde un lugar informativo porque todos son ciudadanos digitales”, explicó López. Allí enseñan cosas básicas, lo que se supone que es el nivel mínimo necesario para poder tomar mejores decisiones en el mundo virtual.
Pandemia
Con la pandemia por Covid-19 se añadieron temas a sus talleres, como por ejemplo los canales de comunicación entre docente y estudiante. “Qué pasa si tenemos los contactos de Whatsapp o de otras redes y los cuidados que hay que tener”, ejemplificó López.
“En el zoom cambia, porque en vez de tener a la clase sentada en filas o en ronda los tenés en cuadraditos, no estás en una institución educativa, estás en la casa de cada uno con realidades que quizá no quieren mostrar”, destacó López y agregó: “Se habilita la opción de tomar una captura de pantalla, transformar una expresión en un meme, compartirlo en las redes luego. Un montón de prácticas de acoso y cyberbullying que se ven potenciadas por el uso frecuente”.
Al intensificarse el uso de la tecnología se aumentan las problemáticas. “Luego se evaluará si es necesario tanto tiempo de clase en esta modalidad, o si después de una clase detrás de otra por zoom la atención acompaña”, cuestionó Almirón y añadió: “Lo que sí sabemos es que es necesaria la alfabetización digital porque estamos obligados a utilizar la tecnología. Se va a tener que generar alguna política para poder dar herramientas a la población para que se muevan en el mundo virtual porque por ejemplo el profesor que no quería generar contenido para plataformas ahora está obligado”.
También reconocieron que la pandemia agudizó la brecha que ya existía. “No es lo mismo estar en clase con wifi que con el paquete de datos, estar desde la computadora o desde un celular de gama media. Hay demandas que se pueden hacer sobre una población y no sobre otra”, valoró López.
Sobre la virtualidad, López reconoció que ayuda en un montón de cosas a poder transitar esta situación pero cuestionó: “¿qué pasa con las prácticas educativas y el espacio de aula? Porque el Zoom no es un espacio de aula, no operan las mismas lógicas. Qué representa la institución educativa, no solo en el contenido, sino en que el adolescente sale de su casa, me acompañan pares, tengo otro tipo de contención”.
A futuro
Todas estas cuestiones están dentro de las dimensiones de la ciudadanía digital que actualmente trabajan en una mesa interinstitucional convocada por la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (Agesic) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (Unesco) Montevideo con "el objetivo de tener un marco de referencia común para abordar una temática compleja y las primeras líneas de acción a llevar adelante para fortalecer las competencias digitales de las personas en Uruguay", según informa la web estatal. “Este marco que generamos se plasmó en un documento que se llama ‘Estrategia de Ciudadanía Digital para una Sociedad de la Información y el Conocimiento’, explicó Almirón.
Lo principal de esta estrategia se resume en tres dimensiones del uso de la tecnología para ejercer una ciudadanía digital plena: Uso seguro y responsable, uso crítico y reflexivo y el uso creativo y participativo.
“Casi que lo ideal sería que Educación Cívica y Ciudadana tuviera el doble de horas y pudiera educar en esto también, para formar a los adolescentes con ciudadanía plena, incluyendo lo digital”, deseó López aunque Almirón reconoció que “requiere que los docentes estén formados en estos conocimientos”.
Como en el día de su creación, la organización continúa formando en ciudadanía digital a distintos sectores de la población. Sus integrantes transmiten el entusiasmo con el que viven su trabajo y la sensación de que no se dejan vencer por un problema que afecta a todo el mundo porque, como contaron, “el mundo se puede cambiar desde las prácticas de cada ciudadano”.
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