Florencia Duarte asesora emprendedoras y las ayuda a empoderarse. En comunidad apoya el camino de ser mujer y liderar una empresa propia
Por Analía Pereira
Hace dos años, en paralelo con su trabajo como coordinadora en una ONG, Florencia Duarte decidió animarse a emprender. Cuando quedó embarazada comenzó a comprar artículos “del mundillo bebé, que no conocía”, dijo, y decidió que todo sería de emprendimientos locales.
Mantas, juguetes, portabebés, chichonera para la cuna, todos los artículos llegaban a su casa de emprendimientos pequeños, de mujeres uruguayas.
Florencia, Licenciada en Comunicación por la Universidad Católica, especializada en comunicación organizacional, se dio cuenta de un problema cuando empezó a recomendarles a sus conocidas los productos que había comprado. “El contenido de las redes de esos emprendimientos no se entendía nada, ahí me di cuenta de que esa gente necesitaba ayuda, porque hacían cosas hermosas pero tenían mucha dificultad para vender y contar sus historias que eran re lindas”, cuenta.
Con un mensaje de WhatsApp a las emprendedoras a las que les había comprado, se lanzó a validar su idea: ‘Hola, soy Flor, estoy pensando en armar un emprendimiento, ¿irías a un taller para aprender de esto?’. Después de tener respuestas positivas, de emprendedoras que aceptaban una ayuda para la comunicación de sus proyectos, se tiró al agua, y nació En tribu, asesoramiento para emprendedoras.
Comenzó En tribu realizando asesorías individuales. Reuniones de una hora y media donde hablaba del emprendimiento, cuál era la historia y cómo utilizar las herramientas digitales para contarla. Cómo sacar fotos, cómo subir una historia a Instagram. Poco a poco Florencia empezó a ver que había necesidades comunes y más profundas entre las emprendedoras que se acercaban a ella. A las emprendedoras les costaba cobrar, sentían vergüenza por mostrar su cara en el emprendimiento, habían inseguridades y miedos que las atravesaban a todas. “Fue ahí cuando empecé a conectar con personas expertas en eso para poder ayudar desde otra parte, y empecé a hacer instancias grupales, porque en la grupalidad te encontras con personas que están en la misma que vos y eso tiene una fuerza sanadora muy grande”, explicó.
La puesta en común de miedos, preocupaciones y experiencias formó la base de una comunidad que funciona como tribu.
Los principales miedos que salen a la luz, y que son compartidos, son el miedo al que nadie compre el producto, o a nadie le guste lo que hago; hay miedo a los pares, al que hace lo mismo; miedo al qué dirán las personas del entorno, si por ejemplo se emprende en un área que no fue para lo que se estudió; miedo a cobrar o dificultad para aceptar los halagos. El miedo al rechazo, explicó la emprendedora, nace sobre la mayoría de los demás miedos.
“Empecé a darme cuenta de que no solo hay que trabajar las herramientas digitales, sí hay mejoras con eso, pero los emprendimientos hay que sostenerlos trabajando más lo otro, los miedos, las dudas, las incertidumbres”, dijo Florencia.
Ser mujer y emprendedora
Además de los miedos, dice la líder de En tribu, las mujeres emprendedoras tienen una carga extra sobre su trabajo, que los hombres, por lo general no. “Creo que el patriarcado nos atraviesa a todas, por ejemplo en el miedo a cobrar. Los hombres son mucho más prácticos, ‘este es el costo, cobro tanto y chau’. Nosotras estamos atravesadas por otras cosas y para mí es el patriarcado, yo lo veo así y así me muestro y por eso atraigo a gente que vibra con eso”, dice.
Para Florencia es imposible desconocer la perspectiva de género que tiene cada emprendimiento, y entender, cuestionar y enfrentar ciertas cuestiones como “que nos educaron para agradar o caer bien. No sabemos decir que no”. El decir siempre que sí, explica, también es una de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres emprendedoras.
Además de Licenciada en Comunicación, Florencia es educadora sexual, y si bien no ejerció como tal, dice que esa capacitación le sirvió mucho personalmente. “Había muchas cosas que sentía, pero que me faltaba ponerle nombre”, cuenta, y dice que desde que se declaró feminista tiene una forma de entender el mundo, y es así como se muestra ante su tribu, que según contó, se conforma por personas que se identifican con su forma de pensar.
El famoso “techo de cristal”, conocido como esa barrera que las mujeres muchas veces no pueden romper para escalar dentro de una empresa por diferencias bien marcadas con pares hombres, como por ejemplo menos salario por el mismo trabajo, “se re ve” entre las emprendedoras que la siguen, opina.“Nosotras cargamos con la carga mental, a la mayoría, diría que a todas, nos pasa que al elegir los horarios nos ponemos a pensar en el almuerzo de mañana, en que hay que ir al super o pagar las cuentas. Son cosas muy difíciles, porque están incrustadas muy adentro y es muy difícil lograr repartirlo equitativamente. Podés llegar a compartir tareas de la casa o de la crianza de manera más o menos equitativa, pero la carga mental es una cosa imposible de sacársela y eso trae culpa”, explicó.
La culpa aparece en los primeros lugares en la pirámide de preocupaciones y barreras a las que se enfrentan muchas mujeres que se lanzan a emprender. El síndrome del impostor, ese sentimiento de no merecer los logros que se reciben, es común entre quienes trabajan de forma independiente.
Según contó la emprendedora, hace unos días realizó una encuesta en Instagram consultando a sus seguidoras si les costaba recibir elogios, “y la abrumadora mayoría ponían que sí”, contó. “Yo fui cambiando la forma de pensar desde que arranqué, en esto de aceptar elogios me pasó muchísimo. Cuando estaba arrancando era como ‘no gracias a vos, no, pero yo no fui’ y no, seguramente te debo haber ayudado y me alegro un montón. Sentirse merecedora es vital, no solo para recibir elogios sino también para recibir plata. Cuando te sentís merecedora de lo que haces, confias en tu trabajo y tenes otra seguridad al momento de cobrar, porque decis, mi trabajo realmente sirve”, reflexionó.
Ser parte de una comunidad
Pensando en su camino en el mundo del emprendedurismo dice que cambiar el chip de sentirse merecedora de las cosas buenas y el dinero fue clave, así como entrar en contacto con personas que piensan de la misma manera.
El apoyo en comunidad, dice, ha sido de las herramientas que encontró para manejar el fracaso y aprender nuevas cosas. El soporte de un mentor -alguien que ya pasó por lo mismo- y la inversión en educación son algunas de las claves de su trabajo como líder de su propia empresa.
“Tener gente al lado que esté en un nivel similar al tuyo y tener gente que pasó por lo que estás viviendo me parecen dos cosas vitales. Son las cosas que te salvan los días malos que siempre hay”, dice y opina que ser emprendedora es como vivir la maternidad. “Eso es algo que digo mucho, en lo que hay gente que se identifica y gente que no. Pero hay días que digo ‘por favor, hoy quiero salir corriendo, me encantaría estar en el Caribe y no ser madre’ y hay gente a la que eso le choca. Pero no todos los días me encanta ser mamá, como hay días que digo ‘me encantaría no trabajar y estar todo el día con mi hijo’. Y con el emprendimiento me pasa lo mismo. Hay días que digo ‘es la mejor decisión que tomé en mi vida, es lo máximo’, y hay días que pienso ‘que lindo sería trabajar en una empresa de lunes a viernes y tener aguinaldo’. No todo es lineal, yo tengo esa visión y conecto con gente que piensa igual, me he hecho esta tribu y me sostengo desde ahí. Sé que es gente que pasa por lo mismo, que no está todo el tiempo en pose, y eso me ayuda a lidiar con muchas cosas”, enfatiza.
La pandemia trajo problemas laborales en todos los sectores, eso no es noticia. Y la solución que muchas personas han encontrado a la pérdida de salario fijo, la baja de horas o el seguro de paro, ha sido emprender en diferentes rubros. Florencia dice que ha visto “problemas/virtudes” en ese sentido, porque muchas mujeres emprendedoras han conectado con su familia de otra manera o se han animado a encarar proyectos que tenían relegados por el trabajo diario, o que aún no se habían animado a hacer. “Hay casos a los que la pandemia les dio luz y se lanzaron, o gente que tenía un laburo en relación de dependencia y un emprendimiento que era un extra y ahora dejó de ser extra para decir ‘es mi negocio’, comentó.
Entre los diferentes talleres que brinda En tribu, se abrió hace 15 días un curso online llamado “De la idea a la acción” en el que se aprende a transformar una idea en una empresa.
Como asesora, Florencia compartió un consejo para aquellas mujeres que quieren emprender:
“Me parece importante que puedan estar conscientes de qué cosas les salen bien. Hay que hacer un trabajo personal, ver en qué cosas se te pasa el tiempo rápido, qué cosas disfrutas, qué cosas harías hasta gratis. En lo ideal la idea o proyecto tiene que satisfacer un problema de tu clienta ideal, porque si no es muy cuesta arriba. Si identificas un problema ya tenés la mitad del partido ganado, después sobre todo animarse a hacerlo.
Yo tuve un emprendimiento que bajé cortina porque me quedaban $30 la hora. Fue un fracaso por lo que se entiende socialmente como fracaso, pero para mí no fue un fracaso, porque aprendí muchas cosas. Hacerlo me dejó un montón de aprendizajes que seguro me ayudaron a llegar hasta hoy, entonces para mí, hacerlo es el mejor consejo. Si en el camino no funciona no funciona, pero si tenés la capacidad de sacar un aprendizaje de eso, aunque no haya funcionado ya está”.
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