Pandemia, huracanes, presupuesto modificado, privatización, despojo, pobreza extrema, racismo, feminicidios y desigualdad. Un país que “funciona como fachada”, pero puertas adentro continúa siendo “un Estado-finca"
Por Facundo Verdún.
Para entender lo que está sucediendo en Guatemala, Portainfo se comunicó con Lucía Ixchíu. Se autodefine como mujer indígena, k'iché', arquitecta de profesión y periodista comunitaria independiente de vocación.
Comenta al pasar que realiza trabajos de radio, comunicación y documentación, que forma parte del movimiento feminista y que estuvo inmersa en el movimiento estudiantil desde el 2012 al 2017.
Se hizo activista por la masacre del cuatro de octubre del 2012 en la Cumbre de Alaska (entre las ciudades de Totonicapán y Sololá). En esa ocasión se manifestaron más de 3000 personas de las que seis fueron asesinadas y 34 resultaron heridas. Los manifestantes habían intervenido la carretera en la madrugada en protesta contra la empresa que distribuía energía eléctrica en Totonicapán, las propuestas de reformas a la Constitución que impulsaba el gobierno y la modificación de la carrera de Magisterio.
Hoy es parte de varias redes latinoamericanas de activistas y escribe su propia historia. Reside en Ciudad de Guatemala, la capital del país, aunque hasta los 22 años vivió en la región Quiché, en el departamento Totonicapán, al sur-occidental de Guatemala. Hoy con 30 años habla con entusiasmo pero sin perder la claridad de una persona que pertenece a un pueblo que por 500 años ha sufrido "un despojo estructural".
De fondo, acompaña durante toda la entrevista un ambiente de protesta con caceroleadas y consignas que reclaman algo claro: la renuncia del presidente Alejandro Giammatei.
Multicausal
“De manera muy general, lo que está pasando tiene que ver con el hartazgo”, intentó resumir la comunicadora. No son hechos concretos y nada más: hace menos de 25 de años que pasaron a vivir en democracia luego de una dictadura y una guerra que duró 36 años e implicó un genocidio. Más de 45 mil personas desaparecidas, 200 mil asesinadas y más de un millón y medio desplazadas. Si lo tiene que definir hoy, para ella “es un país colonizado, situado en Centroamérica, con intervención de Estados Unidos desde 1954. Con una Constitución que rige hasta el momento y fue creada durante la dictadura en 1985”. “Es un territorio que sufre desde que fue colonia”, sentenció.
La generación posguerra, a la que ella pertenece, no tiene condiciones laborales y el acceso a la salud y a la educación está privatizado. La pandemia les golpeó como a pocos. Las desigualdades se amplificaron y las violencias afloraron. Están entre los países más pobres de Latinoamérica y “hasta el día de hoy se casan niñas”. Hay datos de violencia de género y feminicidios que según su parecer son “terroríficos pero que son imposibles de olvidar o negar”: En lo que va del año 444 mujeres fueron asesinadas violentamente mientras que 1433 niñas fueron embarazadas producto de una violación. Las organizaciones que se especializan en esas temáticas han recabado estos datos porque Guatemala no tiene censos.
Para la periodista, Guatemala se maneja como un “Estado-finca”, ya que “no es un país pobre sino que es empobrecido”. Históricamente las élites se situaron en posiciones de poder, fueron y son protagonistas de situaciones de esclavitud con las personas que trabajan para la agroindustria y hay robos dentro del gobierno (en los nueve meses que lleva Giammatei al mando), que ha aprobado préstamos millonarios “endeudando a generaciones que no aún han nacido”.
Frente al paso de los huracanes Iota y Eta, en noviembre de este año, el Congreso ha decretado un cambio al presupuesto en el que se quita dinero a la salud y a la educación en el momento de mayor necesidad. Las catástrofes naturales dejaron parte del país inundado y sin asistencia, 2,4 millones de personas afectadas, 310.000 personas evacuadas y alrededor de 60 muertos y 100 desaparecidos.
“En Guatemala la gente lo que tiene es hambre, lo que tenemos es hambre”, resumió Ixchíu y agregó: “Es espantosa la verdad, pero la gente sale a manifestarse por eso”. Se manifiestan en contra de las cuestiones estructurales, piden una nueva Constitución y una Asamblea Nacional Constituyente en busca de cambios estructurales.
Pueblos y represión
“Los pueblos indígenas nos hemos manifestado de forma pacífica y no hemos tenido ninguna respuesta”, sostuvo. “La población está harta y cansada”, según la comunicadora, que además explica que quieren cambios importantes como la inclusión de las mujeres indígenas y diversas en la Constitución. “Los pueblos indígenas tenemos la ruta clara, somos los primeros habitantes de este territorio y las primeras organizaciones las formamos nosotros”, recordó.
“El pueblo en general y especialmente los pueblos indígenas lo único que conocemos del Estado de Guatemala es la represión y la violencia”, explicó. Se criminaliza la protesta social, se ha agredido a varios periodistas que cubrían las manifestaciones. “Se vivieron cosas que no se vivían desde la dictadura”, recalcó. El Estado sabe moverse únicamente a partir de la violencia y de “la doctrina del shock”. A modo de ejemplo, Ixchíu manifestó: “Vengo de un pueblo indígena que en 2012 fue masacrado, con personas injustamente detenidas, otras perdieron la vida o fueron vinculadas a causas en otros lugares”.
Élites, medios y democracia
Las élites en Guatemala tienen el control absoluto de todos los medios de comunicación, las iglesias y los medios de producción. “Es una finca donde los patrones hacen y deshacen a su antojo y tratan a las personas como su propiedad. Es explícito con los jornaleros en las plantaciones de monocultivo, los tienen en situaciones de esclavitud”, reclamó.
“Es una fachada de país pero en la interna todo funciona en torno al interés económico. No hay un sistema de justicia, no hay independencia de poderes”, advirtió y recordó que en gobiernos anteriores se fortaleció la impunidad y la corrupción.
En Guatemala más del 40% de la gente no vota, porque no les interesa o no creen. Sobre esto, Ixchíu argumentó: “No me siento representada por ese sistema patriarcal, racista y colonial. Es un país cimentado en la estructura racista que desprecia a la mayoría que es indígena y vive en situación de pobreza extrema porque las élites piensan que somos animales, que somos menos y que no valemos”, lamentó.
De la masividad del 21 de noviembre - día en el que se incendió parte del Congreso, con las fotos que inundaron las redes sociales - al día de hoy ha descendido la convocatoria a las manifestaciones. Asegura que los medios se han encargado de eso y que se ha sembrado una sensación de terror a la población que aún tiene vivo el recuerdo del genocidio.
“Hay medios que no nos consideran prensa. Hay persecución a las redes comunitarias, hay persecución a nuestro trabajo. Hacer comunicación y periodismo desde esta situación y siendo indígena es difícil pero no imposible”, aseguró y comentó que no necesita que nadie hable por ella.
La salida a esta situación, para la periodista, pasa por la pérdida de los privilegios para las élites y una estructura de las poblaciones históricamente vulneradas. “Me siento preocupada por este país en el que me tocó nacer, que duele mucho”, sentenció.
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