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Acoso sexual: una práctica naturalizada

Según la socióloga Valentina Perrotta, de 144 mujeres que sufren acoso en el ámbito laboral, sólo una realiza la denuncia en la Inspección General del Trabajo y de la Seguridad Social (IGTSS)


Foto: Colectivo Con la Sangre en el Ojo

En el marco del Día de la Mujer, Portainfo se comunicó con Valentina Perrotta, socióloga, magíster en Género, sociedad y política y próximamente doctora en Sociología, para comprender las dinámicas detrás del acoso que viven las mujeres cotidianamente en todos los ámbitos.


Perrotta se especificó en el estudio de las desigualdades de género en el mundo laboral y trabajó varios años en el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Además integra el Grupo Sociología de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar) en la que se desempeña como investigadora. “Está estudiado, la primera y segunda Encuesta Nacional de Prevalencia de Violencia Basada en Género y Generaciones lideradas por Inmujeres dan cuenta de que el fenómeno es mucho más amplio que las denuncias: de 144 mujeres que viven situaciones de acoso en el ámbito laboral, sólo una denuncia en la Inspección General del Trabajo y de la Seguridad Social (IGTSS)”, aseguró basada en un análisis publicado en La diaria.


Las denuncias pueden efectuarse desde la organización, ya que por reglamento están obligadas a tener un lugar de recepción, o en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). “Existen un montón de barreras para que las mujeres hagan consultas o denuncias”, sostuvo y explicó: “El acoso sexual es una práctica naturalizada, es un tipo de violencia basada en género que está sustentada en un sistema social que reproduce, desde todas sus instituciones un orden de género donde los varones tienen un lugar privilegiado, de mayor poder”.


En el ámbito laboral el acoso suele ser invisibilizado, es común que se dé en el ámbito privado, con una amenaza pérdida del empleo o sanción a las víctimas. “El entorno laboral es hostil para la víctima y para sus compañeros y compañeras de trabajo porque es difícil que le crean sin pruebas que son difíciles de conseguir”, reconoció Perrotta.


“Desde 2017 se permite presentar pruebas asociadas al acoso vinculadas a la salud de las víctimas como el ausentismo laboral, nerviosismo o estrés”, aseguró Perrotta y explicó que en algunas organizaciones se conforma un equipo que se encarga específicamente del tema y brinda asistencia y guía durante el proceso de denuncia. En esos casos es común que se trabaje también con el acosador para que el acoso cese, y no únicamente en efectuar la denuncia.


En la calle


“El ámbito público es un espacio de dominio masculino. Desde que las mujeres dejamos de ser niñas y empezamos a desarrollarnos recibimos de manera impuesta esos mal llamados piropos y se normaliza, es lo que se llama socialización de género”, detalló la socióloga.


En la vía pública “los hombres se sienten con el derecho a hacer referencia a prácticas sexuales o al cuerpo de las mujeres y esto nos genera culpa, vergüenza, saber que pasar cerca de una barra de varones es exponerse a recibir estos comentarios”, aseveró Perrotta y añadió: “Es un problema social que sucede en una sociedad que lo legitima. Hay miedo de que una reacción nuestra frente al acoso pueda traer una consecuencia mayor. Entonces aprendemos desde niñas a aceptar este comportamiento y los varones aprenden que tienen el derecho a hacernos sentir mal porque somos atractivas o nos pusimos determinada ropa”.


Cifras oficiales


Portainfo realizó una solicitud de acceso a la información a la Comisión Permanente de acoso sexual del Ministerio del Interior, creada en agosto de 2013 con el fin de prevenir y atender distintas situaciones de acoso sexual laboral.


La respuesta incluye las cifras de las denuncias realizadas durante los últimos 5 años y refleja cómo han aumentado más de 100%. El equipo técnico que recibe estas denuncias está conformado por dos hombres y dos mujeres que son “funcionarios policiales, poseen formación en género, dos son Doctores en Derecho, uno licenciado en Seguridad Pública, y una licenciada en Psicología”.



Además no hay trato distinto de la denuncia según la gravedad del acto de acoso, como se establece en el Artículo 3, Inciso tercero de la Ley 18.561: “un único incidente grave puede constituir acoso sexual”. Al respecto, el informe detalla que “al no definir cuál es un incidente grave o menos grave, no se realiza ningún tipo de diferenciación”.


Varones


El fenómeno surgido a mediados del 2020 con las cuentas de Instagram que difundían denuncias de diversas formas de acoso sufrido por niñas, adolescentes y mujeres en distintos ámbitos es una respuesta social frente a la problemática.


Al respecto, Perrotta expresó: “Hay que tener en cuenta que el proceso de contar lo sucedido es revictimizante y remueve cosas. Cuando una mujer denuncia revive lo sucedido y nadie se quiere poner en ese lugar por nada, por eso creo que hay que creerle a las mujeres que se animan a dar ese paso”.


La socióloga abundó en el tema y comentó que en general la sospecha está puesta sobre la víctima que denuncia, las pruebas son complejas de conseguir y termina siendo la palabra de una contra la del otro. “Se cuestiona a la víctima porque no partimos de la base de que una mujer puede desear tener una relación sexual y dejar de quererlo en cualquier momento. Y que eso no les da derecho a los varones a imponer una práctica sexual si ellas no quieren. La relación tiene que ser con consentimiento mutuo de principio a fin”, recalcó Perrotta. Para ella a las instituciones aún les falta un mecanismo que pueda abarcar estos casos, aún más sin pruebas, “hemos visto en las últimas resoluciones judiciales de casos de acoso sexual que terminan declarando inocentes a los agresores por falta de pruebas”, sentenció.


Rescató que colectivamente estos procesos como el de las cuentas de Instagram sirven “para que otras adolescentes tengan información, sepan que podemos decir que no en cualquier momento y que estos comportamientos no son tolerados ni legitimados. Tienen la función de formar tanto a adolescentes mujeres como varones, más allá de que luego termine en una denuncia judicial o no”.


“De todas formas creo que no es por el escrache o la culpabilización que logramos disminuir esta práctica, sino formando a los varones para que se repiensen y cuestionen sus prácticas actuales y del pasado”, fundamentó Perrotta y continuó: “Sobre todo para que los adolescentes varones, criados en este sistema - aunque esto no les quita responsabilidad- reflexionen sobre su accionar y se relacionen de otra forma. Todos debemos desnaturalizar esos roles, es un tema que hay que tratar a nivel sociedad para formar a las nuevas generaciones para que no se den estas situaciones y existan relaciones más sanas y equitativas”.


¿Avanzamos?


Para cambiar esta situación, según la socióloga, es necesario trabajar en todas las instituciones. En el sistema educativo, se trabaja desde hace años para incluir “no sólo materias que involucren la perspectiva de género sino que en toda la currícula se desnaturalice a las mujeres ubicadas en un rol de inferioridad”.


También las normas, en el sistema jurídico, “hay que trabajar mucho con los jueces y juezas. No hace mucho atrás se legitimaban ciertas prácticas como la violación en el marco matrimonio. Se revisan esas prácticas y se cambian”, ejemplificó y mencionó la importancia de complejizar qué lugar están ocupando las mujeres en el ámbito de la comunicación: “en los informativos, en los paneles de los programas, en las instituciones, en los medios de comunicación, en la publicidad”.


Para ella, el Estado tiene un rol fundamental por el alcance de sus políticas públicas. “Si la licencia paternal es de 13 días, el mensaje es que se lo necesita solo esos días cuando nace su hijo. A partir de ahí se legitiman prácticas que tienen que ver con los roles que luego la ciudadanía adopta”, apuntó.

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