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Portainfo

#VolverACasa: lucha de todos los días

Actualizado: 13 sept 2020

En esta segunda parte completamos la historia de ocho testimonios que inició la semana pasada y completa el especial #VolverACasa.



Ilustración: Gabriela Porras

El desafío de subsistir económicamente, encontrar o mantener una vivienda y las consecuencias psicológicas de no contar con una fecha de retorno azotan a los ciudadanos venezolanos varados en Montevideo hace seis meses


Lo cotidiano

El clima húmedo y las temperaturas bajas de Montevideo agravaron enfermedades que algunos ya padecían. Alba Hurtado, una de las venezolanas varadas en Uruguay, está viviendo en Ciudad de la Costa y sufre de artritis, con el frío se le agravó y le cuesta caminar.


“Muchos de los varados la tienen muy complicada, no cuentan con pasaje de regreso o se quedaron sin trabajo. Hay venezolanos durmiendo en la calle y hasta escribanos públicos limpiando casas”, destacó Lola Capdevila, uruguaya que vive en Venezuela hace más de 40 años. Además aclaró que, lejos de disminuir, la cantidad de ciudadanos con intención de volver a Venezuela ha aumentado desde que las oportunidades de trabajo comenzaron a escasear.


Para Paola Pino, bióloga venezolana que vino de visita al país y quiere regresar, depende del plan en el que cada uno haya venido a Uruguay. También influye su situación económica y si el alojamiento es algo que no deben solucionar semana a semana. “Sabemos que hay familias que luego de seis meses se han cansado de hospedar a compatriotas o ya no les es posible servir un plato más en la mesa después de tanto tiempo”, reconoció.


“Yo traje una planificación económica básica para los primeros meses, por suerte me aloja un amigo de toda la vida y no tengo la premura de tener que pagar alquiler”, aseguró Yeliana García, que vino buscando una oportunidad en este país y está tramitando la residencia en Uruguay. Aunque eso formaba parte de un plan a largo plazo antes de la pandemia, en el que ella se establecería luego de conseguir un trabajo, volvería a Venezuela porque su esposo se encuentra allí y regresaría a Uruguay. “Ya estoy hace siete meses aquí y solo traje dinero para estar dos sin trabajo. Estoy pagando los servicios básicos”, comentó García, y agregó que su marido le ha enviado dinero para poder comprar comida, cuando la idea era que sucediera de forma contraria porque él lo necesita también.


Samuel*, que está en Uruguay desde abril de 2019, ha conseguido poco trabajo, sobre todo desde que comenzó la pandemia. “Ha descendido mucho la cantidad de oportunidades, encontré una familia con la que quedarme y se siente terrible no poder aportar”, comentó y agregó: “Me intento cuidar mucho porque no tengo cobertura sanitaria, mis trabajos han sido informales o changuitas que no me dan seguridad”.


“Estoy agradecido a la vida y a Dios y no me ha tocado dormir en la calle o refugios, igualmente estar en una casa donde no aportas nada no es fácil”, reconoció García y valoró que algunas personas que conocen su situación le han regalado camperas, ropa de abrigo y otras cosas para resistir el frío.


“La verdad es que no estamos pasando hambre y frío como otros compatriotas, lo nuestro no es una situación desesperante pero nos estamos quedando en la casa de mi hija y ya hace varios meses, estamos incomodando”, reconoció Pino.


“Sabemos que hay gente en el grupo que están en situaciones muy complicadas: hay gente en situación de calle y otras que dependen de las ollas populares. Otros buscan trabajo todos los días o trabajan en oficios distintos a su profesión”, contó Pino.


Por ejemplo, García relató que le han ofrecido distintos trabajos como cuidar ancianos o limpiar casas. “Normalmente yo limpio mi casa porque me gusta pero mi profesión es contador público. Todas estas tareas sirven porque por lo menos no le pido dinero a mi familia”, aseguró García.


Samuel reconoció que le han ofrecido diversos trabajos: “Desde albañilería a instalaciones eléctricas o como chofer. Lo que se presenta yo lo tomo porque no puedo ponerme exquisito”, aseguró, a pesar de que es herrero de profesión. Pero ese no es el único problema ya que, como comentaba en el reportaje anterior, su familia le espera en Venezuela: “La cuestión se complica si yo no les envío un peso, como ha pasado estos meses, porque dependen de mí”, lamentó Samuel.


Narciso Buriel, un joven venezolano que venía a entregarle documentación a un primo y a buscar medicamentos, contó que se integró a un grupo en Facebook con otros venezolanos y a los dos días partió con ellos el avión Hércules de la Fuerza Aérea uruguaya. “No pude sumarme porque el día que el avión partía se me dañó el teléfono y no pude obtener la información que necesitaba. Ese día me puse en campaña para hacer otro grupo y logramos armar el que utilizamos en Whatsapp”, relató Buriel.


Este tiempo se ha quedado en varios lugares: Hasta marzo en una pensión y ahora en un taller donde trabaja ya que es mecánico automotriz. “No teníamos nada en el taller y un uruguayo, Julio, nos consiguió una cocina, una garrafa, unos asientos de un ómnibus e hicimos una cama improvisada y vamos viviendo el día a día”, agradeció Buriel. El dueño del taller les prestó una cama y de a poco han mejorado las condiciones, intentan cuidarse porque no tienen cobertura médica: “Me han dado unas pequeñas gripes y me dolía el cuerpo por el frío en que pasaba, ahora un amigo nos prestó una estufa y otro me regaló una buena frazada, ahora paso mucho mejor”, relató Buriel.


Esta situación se ha sobrellevado gracias a la solidaridad de los locales, que le han ofrecido “desde una changuita hasta un paquete de fideos o un abrigo”. Buriel conoce a compatriotas que viven en situación de vulnerabilidad y responde con el mismo accionar: “De mi desayuno saco la mitad y se la llevo a otro hermano que sé que la necesita”, afirmó Buriel que quiere volver cuanto antes porque su familia está sufriendo las inundaciones causadas por los temporales en Venezuela.


La eterna espera

Si pasar tres meses de aislamiento social voluntario fue un desafío para quienes estuvieron en sus casas, para los ciudadanos venezolanos, que aún no cuentan con una fecha de regreso, implica dificultades más complejas y trae consecuencias a nivel psicológico.


Marcela Bazán quiere ayudar a su padre Jorge, que emigró a Venezuela en los años de dictadura y volvió para conocer a su nieta. “A él no le falta nada, lo que más me preocupa es que habla con su esposa o con su hija y se pone muy mal. Lo tenemos que cuidar mucho porque no tiene cobertura de salud”, destacó Bazán y aseguró que todos los días hacen el esfuerzo de que no se venga abajo y que “la incertidumbre de no ver el fin es lo peor”.


“Psicológicamente es horrible, estás como en una cárcel. La incertidumbre mata, es imposible saber cuándo vamos a volver”, reclamó Capdevila y explicó que les afecta en su día a día y les cambia el carácter. Hurtado complementó

“Yo lloro todas las noches, imaginate que solo de pensar en mi viejita”, lamentó Hurtado refiriéndose a su madre que sufre de una condición grave y necesita cuidados específicos. Detalló que participa de una fundación que se llama Cazabajones y es la solución que encontró luego de meses en los que se despertaba “todos los días con angustia y ansiedad muy fuerte”. Consta de un acompañamiento psicológico telefónico que ha logrado ayudar a sostener la situación, les proporcionan recetas si necesitan medicamentos y en el caso de Hurtado le ha ayudado a recuperar las horas de sueño.


Pino, por su parte, se unió a un grupo de mujeres que tejen prótesis mamarias hechas en crochet, en la organización llamada Amamas y eso le ha ayudado mucho a pasar estas circunstancias. “Nos juntamos los lunes y otro día me sumé a una iglesia en la que reparto comida con la olla popular. Por lo menos tengo mi cabeza en otra cosa ya que no aguantaba más estar dentro de la casa”, reconoció Pino y lamentó: “Vi llegar el otoño, vi llegar el invierno y parece que veré llegar la primavera”.


Sobre las reacciones de las personas en redes sociales, Bazán aseguró que también afectan el ánimo diario: “Yo pongo en redes todos nuestros intentos y la gente responde cualquier barbaridad”.


Plan de regreso

Frente a la negativa de las aerolíneas y la incertidumbre de las embajadas, los ciudadanos varados en Montevideo se gestionan de diversas maneras para encontrar una ruta que los lleve de vuelta a casa.


Recuerdan que hubo un vuelo de emergencia a Venezuela en los primeros días desde que la pandemia se desató, “pero nos enteramos por la televisión y no sabíamos ni a quién contactar, luego de eso no supimos más nada”, recordó Hurtado.


Hace unas semanas salió un vuelo humanitario desde Argentina, ahora desde República Dominicana se está preparando otro. “Hemos tenido contacto con los argentinos pero quedan alrededor de 600 aún”, apuntó Capdevila.


“Hay una opción de salida que algunas empresas ofrecieron: implica ir a Brasil por tierra, luego a Manaos y otras escalas”, aseguró Hurtado, pero la salud no les permite aguantar tal travesía a todos los que tienen intención de volver. “El plan de vuelta es a Venezuela, por Panamá o por Manaos, pero no por carretera”, afirmó Pino.


La potencial salida es por tierra a Brasil, según Buriel aunque necesitan “que las embajadas se comuniquen entre sí para que planeen una ruta de viaje que podamos presentar en la frontera y nos permita tomar un avión una vez del otro lado”.


Ellos han realizado todas las gestiones pese a no tener apoyo de ninguna institución y ahora intentan con la Embajada de Brasil. Desde el último contacto pasó una semana y por lo que han escuchado, se continúa negando la entrada a cualquier inmigrante aunque sea transitorio. “Tengo un amigo en Rivera que me va contando cómo puedo pasar la frontera, qué tengo que llevar, cuánto me va a costar, entre otras cosas”, relató Buriel y agregó: “Yo quería pasar por el Chuy ya que ahí no hay muchos casos entonces no me ponía en riesgo, pero estamos armando el grupo para poder protegernos entre nosotros”.


Por ahora saben que les solicitan un seguro de viaje internacional y pasajes en avión con otras escalas y eso aumenta el precio de la travesía. “Un boleto de ida nos iba a costar 150 dólares y esto que nos piden llega a 500 o 600 dólares”, reclamó Buriel.


No está todo dicho en esta cruzada. Mientras tanto, uruguayos y venezolanos continúan ayudando a quien lo necesite a la espera de una respuesta concreta y determinante. Como resumió Bazán: “Los problemas políticos no pueden primar sobre la gente que quiere volver a su país”.


* Nombre ficticio a pedido del testimonio.

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